«No te tomes por el reflejo, tras de él está tu verdadero
rostro». René Rebetez
«El rostro es el espejo del alma, y los ojos, sus delatores».
Cicerón
« ¿Dónde
estoy? ¿Qué ha pasado?» Me levanto con brusquedad buscando mis gafas entre el
barro del suelo. No puedo ver con claridad a causa de la tormenta, todo es muy
oscuro hasta que las encuentro un poco embarradas y puedo distinguir aquel
lugar tan extraño. Me acurruco, empapado y asustado, bajo las ramas de un
majestuoso roble; desde allí observo el inmenso bosque abarrotado de árboles
que se prolonga hasta perderse en el horizonte.
« ¿Cómo
he llegado aquí? »
No recuerdo el cómo ni el porqué, solo consigo
encontrar pequeños fragmentos en mi memoria. Ahora estoy rodeado de una neblina
lúgubre, acorralado por la oscuridad. Escucho una voz muy familiar que se
acerca poco a poco hasta que acabo oyéndola en mi nuca: «corre».
Sin
pensarlo, me dirijo hacia la niebla azulada que parece cubrirlo todo a mi
alrededor hasta que llego a la laguna pantanosa que ocupa gran parte del
bosque. Desorientado, me escondo detrás de un pequeño montículo de piedras y
desde allí intento descubrir quién me seguía escasos minutos antes, pero
aparentemente estoy solo.
Después
de analizar todo lo que acaba de suceder, me arrastro con sigilo hasta la
orilla de la laguna y es entonces cuando lo veo con claridad. Me adentro en el
agua turbia y sucia hasta encontrar mi borroso reflejo, pero hay algo en él que
no me convence del todo. En apariencia soy yo, aunque no me reconozco a mí
mismo; encuentro un cierto delirio en mis ojos y distingo en la mirada deseos
de atacar, como un cazador que acosa a su víctima minutos antes de acabar
saciando su sed de sangre.
Mi instinto
hace que me aleje del reflejo, impresionado, y a la vez aterrado, no puede ser,
no soy yo, hay algo diferente y siniestro en esa imagen. Entonces escucho un
chapoteo y me enfrento cara a cara con aquel ser, tan extraño, pero a la vez
tan familiar: mi otro yo. Intento escapar pero el cansancio lo impide y me
hundo en el barro sintiendo la presencia del ser que, escasos minutos antes, me
vigilaba desde la orilla.
Sospecho que me observa muy de cerca porque
puedo sentirlo a escasos metros. Sin dudarlo, intento levantarme y lo golpeo
con todas mis fuerzas, sin apenas conseguir causarle daño. Estoy acabado. Me
arrastra violentamente de vuelta a la laguna, y por un segundo, antes de
sumergirme y ahogarme en el agua, me encuentro de nuevo cara a cara con él,
siento pánico e intento forcejar, pero es más fuerte que yo y me inmoviliza; me
estrangula mientras me hunde en el líquido oscuro, dejándome sin respiración.
Todo se convierte en una gran confusión y, por un momento, encuentro la paz que
siempre había añorado…
A
menudo, nuestro reflejo es la puerta hacia el alma, pero muchas veces la
encontramos corrompida y nos muestra lo peor de nosotros mismos. Y aunque
intentemos evitarla, siempre acaba apareciendo en algún momento, arrasando con
todo lo que encuentra a su alrededor. Ahora vivo condenado a ser una mera
sombra que viaja oculta, observando desde el interior de los reflejos,
esperando poder escapar y reparar todo el daño que está causando mi otro yo.
Hola^^
ResponderEliminarMe ha gustado el relato, no está nada mal la verdad.
¡Gracias por compartirlo!
un besote
Muchas gracias.
EliminarUn abrazo :)